Hora de Equidad nace del profundo compromiso cristiano con Dios, un compromiso que se refleja en la manera en que procuramos vivir y actuar como lo hizo Jesucristo. A lo largo de su ministerio, Jesús desafió las estructuras sociales, religiosas y culturales de su tiempo, acercándose con dignidad y compasión a quienes eran rechazados, marginados o despreciados. No solo sanó cuerpos, sino que restauró dignidades, elevó a los invisibles y abrazó con justicia a los más vulnerables.

Así lo vemos en su amistad con Lázaro, Marta y María —a quienes elevó al círculo íntimo de sus relaciones— reconociendo especialmente a las mujeres como interlocutoras, discípulas y amigas. Vemos esta misma equidad en su encuentro con Zaqueo, el recaudador de impuestos excluidos, a quien honra con su presencia; en la mujer samaritana, a quien confía en el anuncio del evangelio; y en Pedro, restaurado del fracaso y enviado a pastorear. En cada una de estas historias, Jesús encarna una justicia con rostro humano, que rompe barreras y dignifica vidas.

Este blog se inspira en esa justicia encarnada y busca profundizar en el compromiso divino con la equidad y la justicia social. Pero no se limita a una mirada general: Hora de Equidad se centra especialmente en las desigualdades de género y sus múltiples expresiones. Reconocemos que la inequidad de género no es un fenómeno aislado, sino una realidad estructural que se manifiesta en desigualdades sociales, discriminaciones eclesiásticas y múltiples formas de abuso —a nivel familiar, comunitario, legal y espiritual.

Desde una perspectiva cristiana crítica y esperanzada, este espacio denuncia las injusticias que enfrentan millones de mujeres, niñas y niños alrededor del mundo, tanto dentro como fuera de la iglesia. A la vez, es una invitación a reflexionar, orar, aprender y actuar. Hora de Equidad desea ser una voz profética que promueva relaciones justas y estructuras inclusivas, animando a creyentes e iglesias a encarnar una fe coherente con el Reino de Dios: un Reino donde la justicia y la equidad son señales del amor divino en acción.

Que cada lectura motivo al discernimiento ya la transformación. Que nuestras palabras y nuestras vidas reflejen el carácter de un Dios que restaura, que libera, y que nos llama a vivir en comunidad con justicia, verdad y compasión.

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El abuso infantil deja marcas visibles e invisibles: el alma, la mente y el espíritu también sangran. Este artículo aborda cómo las heridas emocionales y espirituales afectan profundamente la identidad, la fe y las relaciones de las víctimas, especialmente en contextos latinos y migrantes. Se presentan datos alarmantes: 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 13 niños en EE. UU. sufren abuso sexual, y 2 de cada 3 menores en América Latina experimentan disciplina violenta.

La sanidad requiere más que atención psicológica: se necesita un acompañamiento integral que valide el dolor, respete la espiritualidad herida, y construya nuevos vínculos seguros. Desde primeros auxilios emocionales hasta terapias prolongadas culturalmente sensibles, pasando por la reconstrucción espiritual frente al abuso religioso, este texto propone caminos para restaurar dignidad y esperanza.

Además, plantea el rol transformador de la iglesia como espacio de consuelo, justicia y prevención. La restauración espiritual no es privilegio de unos pocos, sino derecho divino de cada ser humano herido.

En este ensayo exploramos cómo la prevención del abuso infantil debe comenzar mucho antes de que ocurra el daño. El texto analiza con claridad los factores de riesgo que se esconden en el entorno familiar, la salud mental no atendida, la pobreza, el aislamiento social y la manipulación ejercida por los agresores. Desde el ciclo intergeneracional de la violencia hasta el perfil del abusador y el silencio de la comunidad, este análisis nos confronta con la urgencia de actuar. La prevención no es solo una herramienta: es un escudo invisible que debemos construir juntos para proteger a la infancia. Este blog invita a reconocer, comprender y actuar. Porque cada niño merece crecer en un hogar que lo cuide, no que lo hiera.

El abuso infantil es una dolorosa realidad en América Latina, a menudo oculta y normalizada por complejos factores sociales como la pobreza y la desigualdad. Este ensayo presenta una serie de cinco semanas, profundizando en la definición del abuso, sus diversas manifestaciones y las señales de alerta cruciales que todos debemos aprender a reconocer. Se exploran los distintos tipos de maltrato, desde el abuso físico hasta la negligencia, y se analizan las razones por las que persisten la impunidad y la cultura patriarcal. Con este análisis, buscamos crear conciencia y motivar a las comunidades a unirse para proteger a la niñez y construir un futuro más seguro y justo. Te invitamos a seguir esta serie para profundizar en la prevención, denuncia y sanidad.

Este último blog de la serie Estructuras del abuso: los pilares invisibles de la violencia explora la violencia hacia mujeres migrantes en tránsito y al llegar a su destino. Analiza cómo la vulnerabilidad extrema se ve reforzada por instituciones, el desarraigo y el trauma, pero también cómo la fe y los testimonios transforman el dolor en resistencia política.

El Estado, la institución que debería protegernos, a menudo perpetúa la violencia de género a través de la negligencia, la represión y el abandono. Este ensayo explora cómo la falta de refugios seguros, la criminalización de mujeres vulnerables (como las que viven en la pobreza o son migrantes) y la impunidad en los casos de feminicidios y desapariciones, convierten al Estado en un pilar del patriarcado. Inspirado por las ideas de autoras como Lucía Melgar, Angela Davis y Judith Butler, el documento analiza esta problemática y destaca un punto crucial: ante la ineficacia del sistema, la resistencia y la organización popular de mujeres se convierten en la única esperanza para construir un futuro donde la vida de cada mujer sea valorada y protegida.

El hogar: un refugio o una trampa. Nuestro ensayo explora la compleja dualidad del hogar, un espacio que, si bien se idealiza como un lugar de amor incondicional, a menudo se construye sobre estructuras de poder. La familia patriarcal se presenta como la primera estructura de dominación que aprendemos, donde el afecto está condicionado por la obediencia. Además, analizamos cómo el mito del amor romántico, con sus promesas de felicidad eterna, puede en realidad perpetuar la dependencia y el control. A través de las ideas de Esther Pineda, Coral Herrera y Carol Gilligan, argumentamos que la violencia, tanto física como emocional, se mantiene oculta en el hogar y se transmite de generación en generación. Finalmente, el ensayo propone una salida: reconfigurar la intimidada a través de una ética del cuidado, basada en la equidad, el respeto mutuo y la libertad. Es un llamado a transformar el hogar en un verdadero espacio de liberación, donde el amor florece sin control.

A menudo pensamos en la violencia como algo puramente físico, pero este ensayo nos invita a ver más allá. El texto explora cómo la violencia cultural —es decir, los símbolos, discursos y creencias que nos rodean— actúa como el pilar que sostiene la violencia directa (los golpes, el feminicidio) y la estructural (la desigualdad).

Utilizando la teoría del sociólogo Johan Galtung, el ensayo explica cómo la minimización de la agresión en canciones, chistes y medios de comunicación legítimos el maltrato. Aún más, destaca cómo el lenguaje y el silencio pueden hacer que la opresión sea invisible. Como dijo Wittgenstein, “lo que no se nombra no existe”, y al no tener palabras para el acoso o la violencia, su realidad queda borrada del discurso público.

Sin embargo, el ensayo nos ofrece una esperanza poderosa: la contracultura . El arte, las narrativas y el pensamiento crítico se alzan como herramientas de resistencia para desmantelar este sistema opresivo y construir una cultura de respeto e igualdad. En última instancia, la verdadera revolución, según el autor, es la cultural.

El blog # 6, explora cómo la escuela, a pesar de su rol idealizado como motor de equidad, puede convertirse en un espacio que perpetúa la desigualdad. Se analizan los micromachismos como formas sutiles de violencia de género, la “educación bancaria” que anula la voz estudiantil, y el mito de la meritocracia que invisibiliza las desigualdades de origen. Frente a esto, se presentan las pedagogías feministas como un camino para sanar estas heridas, promover la empatía y construir aulas más justas y liberadoras, invitando a una profunda reflexión sobre la necesidad de deconstruir las estructuras de poder en la educación.

En nuestra quinta entrega de la serie Estructuras del Abuso: Los Pilares Invisibles de la Violencia, nos adentramos en un espacio que, paradójicamente, puede convertirse en un lugar de dolor: el púlpito. Este blog expone la dolorosa realidad del abuso eclesiástico y la impunidad que a menudo lo acompaña. Analizaremos cómo el encubrimiento protege la reputación institucional sobre la dignidad humana, cómo ciertas teologías históricamente han justificado el sometimiento femenino, y cómo las jerarquías clericales pueden perpetuar el poder en detrimento de la justicia. Pero no todo es oscuridad; También exploramos las poderosas voces de teólogas liberadas como Mary Hunt, Ivone Gebara, Elsa Tamez y Marie Fortune, quienes nos invitan a una fe que sana, empoderada y busca incansablemente la equidad. Descubre cómo podemos transformar estos espacios en verdaderos refugios de compasión y justicia, y por qué desvelar estas estructuras es un acto de profunda fe y amor.

Este es el cuarto blog de la serie Estructuras del abuso: los pilares invisibles de la violencia , y aborda una de las formas más sutiles y crueles de perpetuar el abuso: la violencia legal. Aunque la ley se presenta como neutral, muchas mujeres descubren que, al denunciar, no solo enfrentan a su agresor, sino también a un sistema judicial que las juzga, las revictimiza o directamente las ignorantes. A través de ejemplos reales este texto invita a cuestionar la justicia patriarcal ya imaginar formas restaurativas de reparar el daño.

Este es el tercer blog de la serie  Estructuras del abuso: los pilares invisibles de la violencia , y aborda una de las formas más sutiles y crueles de perpetuar el abuso: la violencia legal. Aunque la ley se presenta como neutral, muchas mujeres descubren que, al denunciar, no solo enfrentan a su agresor, sino también a un sistema judicial que las juzga, las revictimiza o directamente las ignorantes. A través de ejemplos reales y reflexiones este texto invita a cuestionar la justicia patriarcal ya imaginar formas restaurativas de reparar el daño.

Este segundo blog de la serie Estructuras del abuso: los pilares invisibles de la violencia analiza cómo el capitalismo global ha tejido redes de explotación que cosifican cuerpos, especialmente de mujeres, niñas y migrantes. Desde la prostitución, la trata y el turismo sexual, hasta los vientres de alquiler y el trabajo precario, el sistema ha normalizado la violencia económica y sexual bajo discursos de libertad y progreso. A través de una mirada teológica crítica y compasiva, este texto denuncia también el silencio de muchas iglesias frente a este comercio de vidas. Lejos de acompañar con justicia, muchas veces se responde con juicio, exigencias de obediencia o espiritualización del sufrimiento. Inspirado en voces como Silvia Federici, Rita Segato, Elsa Támez y Ada María Isasi-Díaz, este blog invita a recuperar una espiritualidad encarnada que abraza a las víctimas, que denuncia sin miedo, y que declara con firmeza: el cuerpo femenino no es mercancía, la dignidad no se negocia, y la iglesia debe ser casa de justicia .

Hay violencias que golpean, que gritan, que matan. Pero hay otras que se esconden detrás de costumbres, leyes, jerarquías, discursos religiosos, discursos científicos, medios de comunicación, e incluso detrás del silencio. Esta serie nace de la convicción de que no basta con denunciar los actos violentos —esos que a veces se logran registrar en una cámara o
contar en una nota policial—, sino que necesitamos mirar hacia abajo, hacia los cimientos.
¿Qué estructuras permiten que el abuso exista, se repita y se justifique?

Este ensayo explora cómo la imagen tradicional de un Dios masculino ha sido moldeada por estructuras patriarcales profundamente arraigadas en la vida religiosa. Para muchas mujeres, imaginar a Dios como “Padre” no tiene significado cercanía, sino confusión y temor, especialmente cuando la figura paterna ha sido fuente de abuso o rigidez. A través de una reflexión teológica crítica, se denuncian las formas en que la espiritualidad ha sido manipulada para justificar la sumisión femenina, silenciar el sufrimiento y perpetuar el abuso. Con apoyo en teólogas como Ivone Gebara, Nancy Bedford, Marcela Lagarde y Ada María Isasi-Díaz, se propone una fe liberada, que restaura la dignidad, rompe el silencio, y se alinea con la justicia del Reino de Dios. Porque Dios no es patriarcal. Lo patriarcal es el sistema que ha secuestrado su nombre.

Este ensayo describe cómo la violencia doméstica se intensifica progresivamente, desde el control emocional hasta el feminicidio. Señala señales de alerta durante el noviazgo, analiza el fenómeno de la indefensión aprendida y resalta la urgencia de prevenir y visibilizar la violencia de género desde sus primeras manifestaciones.

El relato de la concubina del levita en Jueces 19 refleja una de las expresiones más crudas de violencia de género en la Biblia. Este blog propone una relectura crítica y liberada del texto, visibilizando a la víctima y cuestionando las estructuras patriarcales que aún hoy perpetúan el abuso.

La violencia familiar causa graves daños físicos, emocionales y psicológicos, especialmente en mujeres y niños. Sus efectos incluyen lesiones, enfermedades, depresión y en algunos casos, la muerte. Los niños que crecen en hogares violentos reproducen esos patrones, afectando su desarrollo y sus relaciones. Esta violencia trasciende el hogar y se refleja en la sociedad. Prevenirla comienza con el ejemplo en casa.

Las múltiples formas de violencia —física, simbólica, económica, espiritual— no ocurren en el vacío. Están sostenidas por estructuras culturales, legales y religiosas que las legitiman. Este blog analiza cómo desmontarlas desde una perspectiva ética y transformadora.

La violencia contra las mujeres en América Latina y el Caribe sigue siendo una crisis de derechos humanos profundamente arraigada. En 2023, más de 3.800 feminicidios fueron registrados en la región. Estudios revelan que esta violencia también ocurre dentro de comunidades cristianas evangélicas, donde muchas veces se justifica por interpretaciones erróneas de la Biblia y falta de formación pastoral.

La violencia doméstica no surge por el alcohol o la ira, sino por el deseo del agresor de controlar y dominar. Sus causas son múltiples y complejas, incluyendo factores personales, culturales, legales, económicos, políticos y espirituales.

La violencia contra la mujer es una expresión de desigualdad de género que se manifiesta en múltiples formas: física, sexual, psicológica, económica y simbólica. Según la ONU y la CEPAL, esta violencia ocurre en distintos contextos—familiares, públicos, institucionales, estatales y en conflictos armados—y afecta de manera más severa a mujeres que enfrentan discriminación múltiple.

La violencia doméstica sigue un ciclo compuesto por tensión, explosión, reconciliación y aparente calma. Este patrón se repite y hace difícil que la víctima rompa la relación, debido a factores emocionales, sociales, culturales y económicos. Comprender esta dinámica es clave para prevenir la violencia y apoyar adecuadamente a las víctimas.

Este ensayo analiza tres estudios que confirman la presencia de violencia doméstica dentro de las iglesias cristianas. Revela cómo pastores malinterpretan conceptos como la sumisión y el perdón, y cómo la falta de formación impide una intervención adecuada. Se subraya la urgente necesidad de estrategias eclesiales de apoyo, prevención y restauración para las víctimas.

Este ensayo analiza y desmiente 10 mitos comunes sobre la violencia doméstica, mostrando cómo estas falsas creencias perpetúan la injusticia y dificultan la salida de las víctimas del ciclo del abuso. Desmantelar estos mitos es clave para construir una cultura de respeto, responsabilidad y protección.

Este ensayo analiza las consecuencias de la violencia doméstica en el abusador y en la sociedad. El agresor sufre deterioro emocional, escalada de comportamiento violento, y aislamiento, mientras que la sociedad enfrenta reproducción generacional del abuso, refuerzo de estereotipos de género, y altos costos económicos. El texto concluye que la violencia intrafamiliar es un problema estructural que requiere intervención integral, justicia y restauración.